Semana Santa en Guatemala

Millones de Guatemaltecos, iniciaron desde hace mucho tiempo un éxodo fuera de su tierra, obligados por las condiciones de un país que durante 36 años se desangro en una guerra interna y que para desgracia, las causas que originaron ese enfrentamiento poco han cambiado, haciendo su retorno quizá imposible.

Es difícil tomar la decisión de abandonar la tierra, bendita tierra y afincarse en una nueva, una que no es la propia y que la mayoría de las veces es hostil con los ajenos, pero que termina al fin de al cabo por adoptar aquellos que sin quererlo,  se vuelven huérfanos de patria, porque la suya seguramente nunca les brindo las condiciones necesarias para vivir con decoro.

Y es precisamente en esta época, la cuaresma, donde el sentimiento de ser guatemalteco aflora con más fuerza. Porque definitivamente no existe otra manifestación que nos identifique más que  la Semana Santa, una que nos fue impuesta pero que con el tiempo la volvimos más nuestra y a la que hemos incorporado nuestros propios colores, sabores, sonidos, olores y sentimientos que mezclados con la espiritualidad de la ocasión se convierten al compas de las marchas fúnebres de los cortejos procesionales, en el lamento de todo un pueblo que expía sus culpas reflejadas en el sufrimiento de los nazarenos que recorren desde las señoriales calles empedradas de la antigua, hasta las polvorientas veredas de las aldeas más lejanas, en los hombros de los penitentes, como tratando de reconciliarnos con el Creador, ese que fue crucificado por nuestros pecados y que pareciera se ha olvidado del sufrimiento de un pueblo que se debate entre la pobreza y desesperanza.

La nostalgia se hace presente con particular fuerza, en los corazones de  los que tienen la desdicha de vivir fuera de su tierra en estas fechas, al recordar el ambiente que envuelve estos días nuestra Guatemala. El olor a pino y corozo en las calles, el morado, blanco y negro de los cucuruchos, el sabor de las torrejas, el pescado seco, el curtido, la miel, el pan, los buñuelos, las pacayas envueltas, escuchar el compas de Jesús de Candelaria, el Señor San José, Rey del Universo, la fosa, ver aserrín de múltiples colores formando imágenes barrocas  en las piedras antigüeñas o en el concreto de las ciudades y pueblos, en fin, resulta imposible tratar de describir la magia que inunda cada rincón de nuestra patria.

Y particularmente resulta doloroso saber que las nuevas generaciones, que nacen lejos de sus raíces, aunque se trate de heredarles amor por estas tradiciones, resulta imposible hacerlo cuando no se viven, resulta  entonces un suplicio  ver crecer a los hijos adoptando costumbres que no son las propias. Es estando lejos, cuando finalmente se aprecian en todo lo que vale nuestras tradiciones, particularmente nuestra cuaresma.

Para los que tienen la suerte de visitar su país en estos días, les damos la bienvenida más calurosa, gracias por regresar, por intentar mostrar sus raíces y por sentirse orgullosos de ser chapines. Para los que no pueden hacerlo, les enviamos un fuerte abrazo en la distancia y les recordamos que a pesar de todo, aquí esta su tierra.

Giovani López.

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