La consecuencia directa de la intervención norteamericana en Centro América se retrata con toda crudeza en la caravana de migrantes hondureños que avanzan hacia los estados unidos. En los últimos tres años, la diplomacia norteamericana se ha vuelto miope y ha pasado por alto el golpe de estado técnico que Juan Orlando Hernandez dio en Honduras al cometer un fragante fraude que se consumió gracias al beneplácito de la administración Trump. De la misma manera, los norteamericanos se han hecho los “locos” ante el berrinche neocolonialista de nuestros militares y los fascistas ministros de gobernación y relaciones exteriores guatemaltecos, quienes lideran la lucha a favor de la corrupción, en el que quizá sea el peor gobierno de la historia del país. Jamás imagine que el imperio norteamericano pasara por alto el insulto de mandar sus propios jeep artillados amedrentar la mismísima embajada norteamericana, en la ciudad de Guatemala. En otras circunstancias y con otra administración, esto no se hubiera permitido.
Pero ahora lanzan sus gritos al cielo y amenazan con retirar la ayuda que dan a los países del denominado triángulo norte, si la caravana compuesta por más de 2000 hondureños avanza hacia suelo norteamericano. Deberían comprender los gringos, que ni el gobierno de Honduras ni el de Guatemala, podrán frenar este éxodo empujado por la extrema violencia y principalmente por la corrupción ilimitada que azota con particular fuerza a Honduras y Guatemala. La lección es que si te vas aliar con criminales, no esperes cosas nobles y que cumplan su palabra o compromiso. ¿Acaso creyeron los gringos, que el gesto de trasladar sus respectivas embajadas hacia Jerusalén era por solidaridad con el sionismo que practica Trump y sus socios? Me parece que ahora los gringos deberían reflexionar y entender que los gobernantes de Guatemala y Honduras vendieron su alma al diablo, con tal de legitimar el fraude electoral en el caso de Honduras y sacar a la CICIG en el caso de Guatemala.
En contraparte, el éxodo de miles de hermanos hondureños, ha provocado como es normal en este noble pueblo, la solidaridad de los guatemaltecos en general. Incluso el gobernador del estado de Chiapas, en México, se ha adelantado a indicar que respetara el paso de los migrantes en caravana. Como no solidarizarse con quienes huyen de la violencia que provoca la extrema corrupción. Así es, la violencia la provoca la corrupción, es un secreto a voces que toda la droga que se consume en los Estados Unidos pasa por Guatemala. Tampoco está oculto el hecho que las pandillas las dirijan militares de alto rango en activo, como lo ha demostrado la CICIG. En Honduras, al acoso de las maras y la corrupción estatal desmedida, hay que agregar la represión contra los activistas de derechos humanos como el caso de la muerte de Berta Cáceres, que es sin duda un crimen de estado. Porque no enfocar los esfuerzos norteamericanos en cambiar esta situación, que dicho sea de paso, ellos mismos provocaron con la intervención en la década de los 80, apoyando a los regímenes militares. No es con consentir fraudes electorales y mitómanos corruptos y fascistas como se eliminaran el grave problema de la migración. Es con acciones concretas para fortalecer la democracia y el estado de derecho, como se construye una economía sana que permita crear condiciones para la vida normal de millones de centroamericanos.
Muy rápido, las consecuencias de pactar con criminales, se están volviendo evidentes. La administración Trump debe evaluar muy bien el apoyo que le da a los gobiernos corruptos e ilegítimos de Guatemala y Honduras, esto apenas comienza y la bola de nieve que comenzó con dos mil hermanos hondureños, pronto se convertirá en una avalancha de millones de Centro Americanos huyendo de las repúblicas bananeras que resurgen en pleno siglo XXI.
Giovani López
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