Por un comentario emitido aceleradamente, las voces xenófobas aprovechan para generalizar y volcarse en contra de las personas que ejercen su derecho a migrar.
El estar fuera de las fronteras del país donde se nació y se ha vivido, constituye una situación muy difícil, a merced de legislación desconocida y de localismos o nacionalismos que resultan siendo muy dolorosos para quien es “foráneo” y recibe muestras de desprecio. Se vive en el país ajeno, como «extranjero», a la expectativa y esperanza de encontrarse con personas hospitalarias y no agresivas. Pues, aunque se llegue como turista con mucho dinero, no deja el ser humano de estar en una situación de altísima vulnerabilidad, dado que en un lugar que no es tu tierra, prácticamente, “no sos nadie” y aunque suene al chiste que le sacaron a un amigo mío, en tu tierra, “tampoco”.
Proviniendo de un extranjero, cualquier palabra, cualquier comentario, para personas mal intencionadas, tendrá una interpretación con sesgo y con contundente e implacable direccionamiento, para usarlo en su contra, para degradar y humillar. Situación que corresponde al “gozo por el sufrimiento ajeno” o “sadismo”. Para el caso que nos ocupa, se generaliza para todo hermano hondureño en situación migratoria. Si todos hubiésemos visitado el tan bello país de Honduras y a su gente tan linda, tan maravillosa, de seguro, jamás hubiésemos osado emitir comentarios peyorativos en su contra.
Para el caso de la señora que cometió un “error humano”, tan visible, considerando el medio de difusión donde vertió su comentario, el prestigioso medio “Deutsche Welle”, implicó grandiosos costos, especialmente psíquicos, tanto para ella, como para sus miles de coterráneos, en el marco de uno de los éxodos más excepcionales que hemos presenciado en América Latina, revestido de un coraje y valentía inusual.
La misma señora, hoy ha sido etiquetada en diversos medios, especialmente en Internet como “Lady Frijoles”, apelativo aplicado con mucho ingenio y más, con mucha sorna y con ello, generado infinidad de «memes», de lo más variado y jocoso, dirigidos a descalificar a las personas que van de paso, en pleno ejercicio del derecho que todo ser humano tiene a migrar y, con la etiqueta adicional del gentilicio de tan querida nación y en casos extremos, ofender al país entero, error descomunal.
Se manifiesta en las organizaciones de apoyo a las comunidades migrantes que «Migrar no es un delito, es un derecho». Con todo lo que ello significa y con lo cual estoy plenamente de acuerdo. Pues migrante fue Abraham, migrante el pueblo completo de Israel en Babilonia, migrante el pueblo K’iche’ precolombino, migrante la gente de Totonicapán que vive en Huehue, migrante el huehueteco que vive en Xela, migrante fue San José, la Santísima Virgen y Jesucristo. Migrantes somos todos los seres humanos en La Tierra, con diferencias solamente de grado.
Siempre apoyaré la declaración del Doctor Roncero que dice: “Libre movilidad de bienes, servicios y personas entre los pueblos de La Tierra”.
Señores, lo de la declaración de “Lady Frijoles”, ejerciendo su derecho de libertad de expresión, realmente fue un error humano, tan humano en un entorno de personas espontáneas, que están al margen de lo políticamente correcto o incorrecto. Considero que debiéramos ponernos en los zapatos de nuestros hermanos migrantes, en sus circunstancias, en sus penurias, sus frustraciones, sus escaseces, la humillación de tener que pedir.
Tales son las reflexiones que vienen a mi mente, por los acontecimientos desatados ante el ejercicio de la libertad de expresar que los frijoles es comida de chanchos. Reitero, es necesario estar en su lugar para considerar sus pensamientos, emociones, sus sufrimientos y las palabras, para personas mentalmente sanas, «se las lleva el viento».
Considero por ello que “No hay nada que perdonar a «Lady Frijoles»”.
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