Ningún presidente estadounidense se había referido a nuestro país en los términos peyorativos utilizados por Donald Trump..
De muy poco ha servido que Guatemala haya sido el único país del mundo en seguir los pasos dictados por el presidente de EE. UU., Donald Trump, de mover su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Esa fue una acción complaciente de Jimmy Morales para ganarse la simpatía del hombre más poderoso del mundo en un momento en donde necesitaba que Washington le ayudara a quitarse de encima a Iván Velásquez y la CICIG.
El comunicado de la Casa Blanca en aquella ocasión felicitaba y calificaba a Guatemala como nuestro socio del Hemisferio Occidental. Aunque se hizo el llamado a otros países, solamente Paraguay hizo lo mismo, pero el nuevo gobierno de ese país sudamericano rectificó y devolvió la sede diplomática a Tel Aviv en 2018.
Pero el tema migratorio –que ha sido vital en las intenciones electorales de Trump– ha terminado con aquella luna de miel, y ahora el presidente estadounidense se refiere a nuestro país con frases insolentes –insolente quiere decir que son ofensivas hacia Guatemala–. Veamos: no les damos más dinero, llevan estafándonos por años… no han hecho nada por nosotros, dijo la semana pasada, al anunciar que suspenderían todo tipo de asistencia económica.
Ayer por la mañana volvió a arremeter, esta vez específica y exclusivamente contra Guatemala: Guatemala, que ha estado formando caravanas y ha enviado a Estados Unidos a un gran número de personas, algunas de ellas con antecedentes penales, ha decidido romper el trato que tenían con nosotros de firmar un Acuerdo de Tercer País Seguro… Guatemala no se ha portado bien.
¿País estafador? ¿…que no hace nada por EE. UU.? ¿Hemos formado caravanas con afán de perjudicar, o se han formado en países vecinos como un derecho de las personas a emigrar? ¿País mal portado? ¿Tenemos que portarnos como Mr. Trump quiere siempre?
Desde que me inicié en el periodismo allá por los años setenta del siglo pasado –vaya si el tiempo no ha transcurrido–, no recuerdo que ningún presidente de Estados Unidos haya utilizado el tono, las palabras y el sentimiento ofensivo que ha tenido Trump hacia nuestro país. No lo recuerdo.
Richard Nixon podía ser hasta soez, pero ni siquiera tuvo alguna mención a Guatemala. El demócrata Jimmy Carter promovió el aislamiento internacional contra Guatemala por las violaciones a los derechos humanos, pero nunca utilizó frases como estas. Vinieron luego Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama y nunca hubo tal descalificación. Creo incluso que los presidentes no suelen referirse de esa forma despectiva a ningún país.
Hay que partir del reconocimiento que cada país tiene el derecho de asumir políticas propias sobre el tema migratorio. Lo que no es correcto, es referirse a los guatemaltecos como delincuentes, como si todos los que han llegado a ese país lo fueran. La inmensa mayoría son excelentes trabajadores y contribuyen también con el crecimiento de la economía estadounidense.
Ciertamente somos un país pequeño y muy dependiente, pero no por eso el Gobierno debe permitir el trato verbal que se nos está dando. Estados Unidos es el principal socio comercial, pero este tipo de actitudes y amenazas –llegó a hablar de aranceles–, debieran servirnos para ir pensando en disminuir, al menos, esa gran dependencia.
No es un secreto que Washington ha impuesto acciones de diferente tipo a los gobiernos de turno, pero al menos han tenido el tacto de no mancillar la dignidad nacional.
Insisto en destacar que las causas de la migración hacia Estados Unidos es el fracaso del Estado en brindar oportunidades para nuestros connacionales. El nivel de pobreza y falta de oportunidades es tal, que la única opción para poder mejorar es arriesgarse a llegar a Estados Unidos y trabajar allá. No van para molestar, van para mejorar sus condiciones de vida.
Lástima que Trump no vea la complejidad del tema. Lástima, principalmente, que los presidentes aquí no comprendan que el sistema político corrupto e incapaz es el causante de estos males y que hay que atender las necesidades de las personas. Lástima que nosotros, como sociedad, tampoco tengamos claras las causas y exijamos un cambio en el rumbo del país. Qué lástima que todo esto suceda. Lo ideal sería que nadie tuviera que salir de su país a causa de la pobreza y la inseguridad y que el respeto, fuera la nota destacada en las relaciones bilaterales.
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