“La historia me absolverá” es la frase pronunciada por Fidel Castro en 1959. Nadie escapa del juicio de la historia, nadie en lo absoluto.
El líder de la revolución cubana, desde su silla en el retiro, vio pasar a varios presidentes norteamericanos, algunos de ellos juraron eliminarlo de la escena política en pocos días. Al final, es Fidel quien sale airoso de todas las batallas que encausaron en su contra, desde la invasión de bahía de cochinos que gano militarmente, hasta el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el desbloqueo a la isla que aunque lento, constituye una tremenda victoria de la revolución cubana.
Aun y con la maquinaria mediática de Hollywood o las películas de Stalone, es la imagen del Che la que portan millones de jóvenes alrededor del mundo, como símbolo de revolución, símbolo de cambio. Antes de él fue la figura de Sandino y antes la de Bolivar. Aún no he visto una sola de Esinhower, Johnson, Reagan o Bush ni siquiera de Rios Mont o Pinochet valla, los adalides de la guerra fría en América Latina.
El de la Historia es un juicio impecable, esa capacidad de redimir héroes olvidados o pueblos enteros, evidenciar tiranos y botar mitos que nacen de la pluma vendida a los grandes consorcios de comunicación. Así por ejemplo, en la reciente conmemoración del bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki, la cadena norteamericana National Geographic en un documental, evidencia el cinismo del presidente Truman al justificar el atroz acto de guerra en contra de población civil. La verdadera razón para usar su arsenal nuclear, fue que días antes la Unión Soviética de Stalin entraba de lleno a la guerra con Japón invadiendo Manchuria, había que demostrar la fuerza de los aliados muy entredicha en el frente occidental y evitar a toda costa que Rusia reclame su botín en el pacifico, en una guerra donde el gasto lo habían hecho los gringos y que prácticamente la tenían ganada. Habría que evitar que esos comunistas se aprovechen de la misma manera que los aliados se aprovecharon de la derrota Alemana a manos de Stalin, en el frente Europeo.
Las miles de muertes de civiles japoneses, solo fue un “daño colateral” justificado, total todos los criminales fueron juzgados en Nuremberg ¿O no?. Esperaremos 70 años para que una cadena de televisión gringa nos explique la nebulosa que cubre los eventos del 9/11. Algo es seguro, tarde o temprano sabremos lo que paso en realidad, de la historia nadie escapa.
A pesar de esto, el gigante del norte no aprende la lección y hoy encamina sus baterías de guerra sucia contra Venezuela. La patria de Bolívar la tiene difícil, a diferencia de la Isla Caribeña, las reservas petroleras y de oro convierten al país de Chavez en el centro mismo de la ambición, se imaginan, si por la finquita de banano del señor Dulles, secretario de estado del gobierno del señor Esinhower, nos invadieron en el 54 y provocaron una guerra de más de 200,000 victimas, si se inventaron cuentos de bombas nucleares para ir por el petróleo de Irak, provocando en el camino la destrucción completa del país además de millones de muertes de civiles, que no estarán dispuestos hacer por la reserva petrolera más grande del mundo y los recientes descubrimientos de importantes cantidades de oro en suelo venezolano. Si los demócratas no se sostienen en el poder por un lustro más, es seguro que nos veamos envueltos en un conflicto bélico en Sudamérica, no por nada el gobierno Colombiano a convertido su territorio en una base militar norteamericana.
Como bien dicen, si no conocemos la historia estaremos condenados a repetirla.
Giovani López
«Gloriosa victoria», obra del muralista mexicano Diego Rivera. En el centro del cuadro, el secretario de estado de los EE.UU, John Foster Dulles le da la mano a Castillo Armas. El jefe de la CIA, Allen Dulles, y el embajador estadounidense en Guatemala, John Peurifoy están regalando dinero a los comandantes militares, mientras que los indígenas trabajan como esclavos, cargando los barcos de la United Fruit Company con bananos. A los pies del embajador, hay un bomba antropomorfizada que contiene la cara sonriente del presidente Dwight Eisenhower. En el fondo está el arzobispo Mariano Rossell y Arellano oficiando una misa sobre los cuerpos masacrados de los trabajadores. Este cuadro fue prohibido en los Estados Unidos y desapareció completamente durante los siguientes cincuenta años. En el año 2000, fue encontrado en una bodega del museo Pushkin, en Rusia y desde entonces, está en calidad de préstamo y en exhibición permanente en México. Este mural aunque retrata un episodio de la historía Guatemalteca, en realidad muestra la politica Norteamericana en América Latina, que grande Diego Rivera!.
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