Historias de Liberalismo Económico

Las tiendas tradicionales enfrentan una dura realidad, ante el avance de grandes corporaciones.

Doña Flory y la aventura de su vida…

Doña Flory* es una señora de mediana edad, más tirando a la tercera y casi casi en la cuarta. En su juventud tuvo la suerte de haber sido conocida del algún funcionario del IGSS por lo cual logró una plaza en el instituto allá en su natal Antigua Guatemala. A que buena era la vida de doña Flory, trabajaba a solamente unas pocas cuadras de su casa, entraba a las 8 y a las 4 de la tarde salía, además de incluir una hora para almuerzo, el cual casi siempre lo hacia en su casa. Pues no ganaba la gran cosa, pero le alcanzaba para vivir con decoro, sobretodo no tener el lastre del estrés que provoca vivir en una gran Ciudad o tener un trabajo exigente por menos salario incluso.

Un buen día llega una circular a su trabajo, resulta que con la onda de modernización el Instituto había firmado un convenio con una de esas universidades nuevas, esas que venden, perdón, imparten licenciaturas de administración en cómodos horarios  y garantizan un poco o casi ningún esfuerzo académico para a la vuelta de un par de años tener un flamante diploma, esto  para “profesionalizar” a los empleados de tan noble institución. Lo mejor de todo, la oferta, perdón de nuevo, el proyecto  incluye que el Instituto pagara la mitad de la matricula además de dar permiso de dos horas por dos días a la semana para atender los estudios que exigiría la carrera.

Doña Flory que a estas alturas, tenia a su primer hija ya casada y su segundo hijo ya a punto de salir de la San Carlos, pues tiempo le sobraba, resuelta se apunto para hacer realidad otro de sus sueños, ser una profesional universitaria.

Las primeras clases le parecieron fenomenales, la cosa no estaba tan difícil como toda su vida supuso que era estudiar en la universidad. Pronto doña Flory se apasiono con el curso llamado “proceso económico” la lectura de la teoría de la cooperación social, escrita hace algún tiempo por un famoso “liberal” la impacto. Es lógico se repetía, todo el entramado social funciona con la plena cooperación de los miembros de la sociedad que aportando sus capacidades “individuales” propiciaban el crecimiento económico dando dicha y felicidad a todos. Claro, también existía la filantropía destinada ayudar a quienes la naturaleza no había dotado de ninguna gracia, en fin el mundo de esas sociedades tan adelantadas podía también construirse en su microcosmos. Así con el paso del tiempo y adentrándose en sus estudios, doña Flory dio a luz una nueva idea en su mente, crear su propia empresa!. Ella gozaba de mucho prestigio en su comunidad, amigable, afable y una excelente persona como lo es, ayudando a todos en esos tortuosos tramites que exige la seguridad social, ella sin duda alguna gozaba de una simpatía sin igual que podría aprovechar para abrirle la puerta del éxito. Se graduó y con la fé en lo que ahora creía, empezó a trazar el proyecto que constituía su nueva aventura.

Lo primero que necesitaba era el “capital”, no lo pensó dos veces, pidió una jubilación adelantada y con el dinero obtenido de todo su tiempo de trabajo como burócrata monto su empresa Distribuidora El Castillo. Consiguió que transnacionales como Samsung, Sony, Tropigas, etc le surtieran su tienda, alquilo a un su tío una casita cerca del mercado e inauguro su nueva empresa.

La nave iba viento en popa, los primeros meses las ventas  equilibraron sus gastos y hasta empezó a sacar ganancias. Su simpatía y el hecho de que la conocían muy bien, le garantizaron  clientes que se sentían muy cómodos comprando sus cositas con una persona que no dudaban jamás los engañarían. Al año doña Flory fue invitada a uno de esos eventos que organizan las transnacionales en un hotel de 5 estrellas en la capital, su sueño era prácticamente una realidad, fue tratada como toda una empresaria exitosa, el sentarse a la par de los grandes ejecutivos, hablar con esos términos tan “ Chick”  como benchmarking, Customer care, etc. La hacían sentirme muy pero muy cómoda. Hasta dejo de ir a su tradicional Iglesia Católica, ahora asistía a una de esas otras en las cuales el éxito empresarial es visto como una bendición de Dios.

Pero la realidad estaba por darle un golpe de frente y al rostro. Resulta que a la vuelta de su negocio, en un local muy grande, empezaron trabajos para  remodelarla, la curiosidad invadía a los vecinos por saber que se pondría en lo que fue la panadería de don Marcos durante muchos años. La inauguración fue un viernes, habían edecanes, globos de colores y hasta marimba. Elektra la cadena Mexicana había llegado a la Antigua. Las ofertas de inauguración no tenían competencia, además por cada aparato que doña Flory tenía en exhibición, el gran almacén tenia hasta 5 modelos diferentes y de cada marca además y por si fuera poco, la sucursal de Elektra incluye su propio Banco para financiar las compras en ínfimas cuotas semanales!!!. Doña Flory indignada se quejó con las transnacionales a las cuales durante un par de años les había sido leal, pero fue en vano, como podrían darle un mejor precio,  si doña Flory a pesar de ser honrada y muy buena gente, no vende ni una parte mínima comparado con el volumen que venden en un solo día estas cadenas. Tras reponerse del shock que supuso esta realidad, por cierto muy distante a lo que sus ahora viejos textos de la universidad enseñaban que era el libre mercado, tuvo otro acto de fe y decidió competir, estaba segura que la confianza de sus clientes y su intachable reputación le permitirían seguir en el libre mercado en el cual ella había decidido creer. Hizo una reunión con sus empleados, que era una su sobrina que llegaba por las tardes, la Tenchita su única empleada de tiempo completo y que había sido su domestica antes, les dijo resuelta, nuestra diferenciación será el servicio al cliente. Dicho y echo, incorporo una cafetera a su negocio y ofrecía cafecitos a sus clientes que seguían llegando, quizá mas espaciadamente pero continuaban con doña Flory. Para no quedarse atrás en sus productos, doña Flory se animo a sacar un su préstamo al banco, apuesta arriesgada claro, todo lo había echo sin prestar nada y eso le permitía dormir tranquila cada noche, pero la guerra estaba pesada y ella daría batalla, decidió meter más plata y tener más productos. La cosa funciono, al menos al principio, la ganancia era mucho menor, pero al menos, ahora tenia variedad que era lo que los clientes le pedían, total las mismas marcas y productos habían en su tienda que en el dichoso almacén extranjero ese.

Pero la cosa se complico apenas 6 meses más adelante, La Curacao abrió sus puertas, dos meses mas y llego Agencias Way y por si fuera poco, El Gallo más Gallo también se hizo presente, ahora la cosa si estaba que ardía, los potenciales compradores miraban los mismos productos en uno y en otro almacén, estaba claro que quien los vendiera más baratos ganaría.

Lo malo es que en esta guerra la única que perdió prácticamente todo fue doña Flory, teniendo mucha mercadería  de modelos ya un poco descontinuados y a precios superiores a los nuevos que se ofrecían en estos almacenes, definitivamente acabo por llevarse la lealtad de sus clientes. Las transnacionales tampoco tuvieron piedad y la aventura de doña Flory termino así abrupta. Hoy doña Flory trabaja de 8 a 7 de la noche incluyendo fines de semana, no va a su casa almorzar, ella es una de las vendedoras de El Gallo más Gallo, le va bien y ha jurado que al terminar de pagar las deudas que le dejo su Distribuidora El Castillo, se ira a cuidar a sus nietos. Todavía se pregunta que le falto y porque fracaso. Quizá la respuesta esta en que la realidad supera por mucho la ficción que a veces nos enseñan como verdades absolutas.

* Nombre ficticio pero una historia muy real.

Giovani López.

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